La disfagia se define como la dificultad que posee alguien para tragar, lo que hace que se altere o dificulte el proceso de la deglución que consiste en hacer pasar de la boca al estómago cualquier sustancia, sólida o líquida. Esto hace que la persona mayor se vuelva dependiente no siendo capaz de comer por sí sola.
Aunque la disfagia en el anciano no se considere una enfermedad por sí misma, es un padecimiento que aparece a causa de otros problemas asociados como el párkinson, el Alzheimer, haber sufrido un ictus o una parálisis que provoque que la lengua, los músculos de la garganta y el esófago no funcionen de manera correcta. Además, se estima que entre el 40% y el 50% de los ancianos llegarán a sufrir la disfagia orofaríngea (DO).
Signos de alerta de la disfagia en el anciano
La disfagia orofaríngea puede repercutir en la calidad de vida de quienes la padecen y, además, se vuelve frecuente en algunas personas cuando experimentan ciertos niveles de ansiedad. Generalmente, los mayores que sufren esta patología presentan estos síntomas asociados:
- Tos y/o carraspeo persistente al tragar, durante o después de las comidas.
- Babeo frecuente, dificultad para el control de la saliva.
- Presencia de residuos en la cavidad bucal, mantener la comida en los carrillos.
- Prolongación del tiempo empleado para comer.
- Deglución fraccionada: tragar la comida en pequeñas cantidades.
- Atragantamientos frecuentes.
- Ronquera o afonía.
- Pérdida de peso y de masa muscular inexplicable.
- Fiebre e infecciones respiratorias.
- Hipo o molestias en el pecho tras tragar.
- Regurgitación de alimentos después de deglutir.
Otras complicaciones derivadas de la disfagia en el anciano
- Problemas respiratorios (neumonía aspirativa)
- Malnutrición
- Deshidratación, es fundamental saber cómo evitarla.
- Dependencia y aislamiento social
Comidas adecuadas para personas con problemas de deglución
Quien sufre disfagia se encuentra imposibilitado para ingerir alimentos sólidos, secos, pegajosos o que desprendan líquido al masticarlos, como ocurre con diversas frutas. Por ello, en las residencias se considera la alimentación como tratamiento médico y por tanto, se debe preparar una dieta adecuada, atendiendo en todo momento a qué alimentos están permitidos y cuáles no e incluyendo la máxima variación de alimentos para evitar la rutina.
Aunque los menús deberán adaptarse en función del grado de disfagia de cada paciente y el tipo de viscosidad que se le haya recomendado, por lo general, la textura de los alimentos debe de tener:
- Una consistencia suave y uniforme, evitando grumos o espinas. En este caso, una buena opción serán los purés, que harán que la persona se fatigue en menor medida al comer.
- Por otro lado, será conveniente evitar dobles texturas de líquido con sólido en un mismo plato, mezclando, por ejemplo, galletas o magdalenas con leche.
- En cuanto a los líquidos, se recomienda emplear espesantes comerciales o gelatinas, debiendo escoger una que no se disuelva con facilidad con la saliva.
- Rehuir de ciertos alimentos como la sandía, el melón o las naranjas, así como frutas y verduras con semillas o pepitas como el kiwi o las fresas, o bien aquellos que se puedan convertir en líquido, como determinados tipos de helados.
- Evitar bebidas alcohólicas o gaseosas.
- Optar por alimentos fríos o calientes en lugar de los templados.
- Prescindir de alimentos pegajosos que puedan quedarse pegados al paladar.
En cualquier caso, será fundamental acudir a un especialista que lleve a cabo las pruebas pertinentes y valore la situación de forma individual, con el fin de adaptar un menú diferente para cada caso concreto, así como la textura de los líquidos más apropiada.
Presentación de las comidas
Para mejorar la predisposición y las ganas de comer, los platos deberán ser atractivos y originales, pudiendo optar por ciertas ideas como añadir salsas espesas para dar un toque de color, utilizar cucharas de helados para presentar los purés de otro modo más atractivo o variar los menús siempre que se pueda para no caer en la monotonía.
Consejos generales para el cuidado de la disfagia
Existen una serie de normas básicas que deben de aplicarse en función del grado de disfagia y que tanto el cuidador como la persona dependiente deberán atender, tales como:
- Postura correcta a la hora de comer. La forma de comer es uno de los aspectos clave en el tratamiento nutricional de los pacientes con disfagia, así como para quien se encarga de darle los alimentos. Si la persona afectada se encuentra sentada, su espalda deberá estar recta y su cabeza inclinada hacia delante y, en el momento en el que se ingiera un alimento, la barbilla tendrá que estar lo más inclinada posible sobre el pecho, con el fin de proteger la vía respiratoria. Por su parte, quien da de comer deberá estar sentado a la altura o por debajo de los ojos de la persona dependiente, para evitar que éste se atragante al alzar la cabeza para comer.
- Mantener una correcta higiene bucal. Esta es otra medida importante a abordar, dado que, de esta manera, se podrán evitar infecciones por el paso de alimentos contaminados a la vía respiratoria. Por ello, es muy importante cepillarse los dientes tras comer para evitar restos de comida.
- Evitar hablar durante las comidas. Dar conversación o ir con prisas mientras se come podrá aumentar el riesgo de atragantamiento, por lo que será fundamental estar en un ambiente tranquilo y agradable y poder dedicarle el tiempo suficiente, sin llegar a emplear más de 30 minutos, con el objetivo de que la persona que está comiendo no se canse demasiado, ya que la fatiga muscular y el cansancio aumentan el riesgo de aspiración.
- No acostarse tras comer. Tras acabar de comer, se recomienda que la persona en cuestión permanezca incorporada entre 30 y 60 minutos, con el fin de evitar el reflujo, que es el retroceso del alimento hacia la boca. Además, si la persona se va a dormir, el cabecero tendrá que estar levantado, como mínimo, a unos 45 grados.
Otros consejos a tener en cuenta
- No empezar la alimentación si la persona está adormilada o muy nerviosa.
- El paciente no debe hablar mientras come.
- Utilizar cucharillas pequeñas para comer, ya que los volúmenes pequeños son más fáciles de tragar.
- Los alimentos deben tener una consistencia suave y uniforme.
En Amavir somos conscientes de la atención que requiere esta patología y de la importancia de una detección temprana en estos casos, ya que un alto porcentaje de mayores que la padecen no están diagnosticados ni tratados. Por ello, contamos con un equipo de profesionales cualificados para hacer frente a este problema de forma individualizada, mediante un correcto tratamiento nutricional pensado para evitar complicaciones asociadas a la disfagia, tales como la desnutrición, la deshidratación o las neumonías por aspiración, al incitar complicaciones respiratorias graves que pueden llegar a fomentar atragantamientos.
