Las emociones y su gestión son una parte esencial de todos los seres humanos. Las personas mayores también se emocionan, se ilusionan, sufren… Por ello, el trabajo psicológico en residencias y centros de día cumple una función fundamental, aunque a veces desconocida.
¿Qué papel tienen los psicólogos en una residencia?
Los profesionales dedicados a la psicología velan por el bienestar psicosocial de todos y cada uno de los residentes, en estrecha colaboración con todo el equipo de trabajo de la residencia de manera multidisciplinar. Para ello, llevan a cabo diferentes terapias en las que se trabajan la orientación y la memoria, así como la intervención sobre el estado emocional y el manejo de conductas que dificulten la convivencia.
Para Rosa López, psicóloga de Amavir Argaray, “el papel del psicólogo en una residencia va ligado a la vocación, la necesidad de la formación continua, la responsabilidad, el compromiso, el respeto, la admiración y el cariño hacia nuestros mayores”.
¿Qué tipo de terapias realizan los psicólogos en la residencia?
De manera general se pueden definir dos líneas de trabajo, una individual y otra grupal.
La psicóloga de Amavir Argaray explica que la intervención individual comienza al ingreso en residencia. “Es fundamental acompañar tanto a la familia como al residente en todo el proceso de duelo por la despedida de su entorno, su hogar y sus rutinas para ayudarles a comenzar a vivir en un nuevo hogar”.
Bajo el concepto de trabajo de Atención Centrada en la Persona, desde Amavir se atiende a su Historia de Vida, para poder ofrecer actividades adecuadas a sus gustos y buscar la unidad de convivencia más adecuada, de esta forma se fomenta un envejecimiento activo y una buena calidad de vida.
Además, también se realiza una valoración neuropsicológica de todos los residentes de manera periódica, así como una valoración conductual y emocional para establecer objetivos de trabajo y programar tanto intervenciones individuales como inclusión en talleres grupales adecuados a sus capacidades, intereses, grupo social o unidad de convivencia adecuada, que se revisan de manera periódica.
Respecto a la intervención de manera grupal, se trabaja con talleres de estimulación cognitiva y sus múltiples beneficios. “Factores como el envejecimiento o enfermedades neurodegenerativas hacen que las capacidades cognitivas de manera progresiva vayan mermando, y aquí, los programas de estimulación juegan un papel fundamental tanto para prevenir como para ralentizar el deterioro cognitivo”, apunta López.
Talleres orientados a trabajar las capacidades cognitivas propiamente dichas (memoria, atención, concentración, orientación, lectura, escritura, cálculo, resolución de problemas…). “También velamos por fomentar la autoestima, la sensación de control percibida, establecimiento de relaciones sociales positivas con los compañeros, comunicación y trabajo en equipo”, señala la profesional.
Talleres de estimulación sensorial
En estadios más avanzados de demencia, donde las funciones cognitivas ya están muy mermadas y la desconexión con el entorno va aumentando, se precisa una intervención multisensorial. Se busca que el residente disponga de un espacio y un tiempo de bienestar, relajación, contacto con el entorno y conexión con su historia personal.
“Se trabajan tanto las áreas básicas de percepción, es decir, la propioceptiva o somática (diferencia yo y el mundo), la vibratoria (percepción interna del cuerpo) y la vestibular (orientación espacial y equilibrio), como los sistemas sensoriales: vista, tacto, oído, olfato y gusto, además de áreas emocionales y reminiscencias, con apoyo de la Historia de Vida”, afirma la psicóloga.
Talleres de grupos de apoyo y reminiscencia
Al igual que intervenimos de manera individual, cuando es necesario en aquellos residentes que presenten procesos afectivos, se pueden crear grupos de apoyo en los que el psicólogo acompañará y guiará en el proceso de puesta en común, reciprocidad, escucha y comunicación activa, estrategias de afrontamiento y asertividad.
Los talleres de reminiscencia están dirigidos a residentes que no presentan deterioro cognitivo o es leve. Se ponen en común vivencias, experiencias, gustos y preferencias o hobbies, entre otros, con los que se fomenta el establecimiento de vínculos afectivos y sociales. En estadios más avanzados de demencia es la familia quien aporta estos datos, pudiendo elaborar cajas de recuerdos o álbumes.
El entorno familiar, un pilar fundamental
En Amavir entendemos a la familia como pilar principal a la hora de la atención integral del residente. “No podemos hacer una escisión, y nos parece fundamental involucrarles en todos los procesos, desde antes de realizar el ingreso en residencia. La comunicación con la familia es recíproca, bilateral y necesaria, ya que todos, tanto familia como centro, tenemos el mismo objetivo”, concluye López.