La vejez es una etapa de la vida llena de cambios y transformaciones, y no todas las personas consiguen adaptarse a ella de forma óptima. En ocasiones, puede aparecer un sentimiento de tristeza constante o depresión continua, lo que se puede asociar a síntomas de distimia en adultos.
En este artículo abordaremos en qué consiste la distimia, cuáles son las diferencias entre la distimia y la depresión, los principales síntomas de esta afección y cómo podemos evitar y, en su caso, tratar el trastorno distímico en las personas mayores.
- La distimia es un trastorno depresivo persistente y crónico, caracterizado por una tristeza o melancolía constante. Se diagnostica cuando los síntomas, aunque menos severos que en la depresión mayor, persisten durante un período prolongado, al menos dos años en adultos.
- Los síntomas son crónicos y persistentes, incluyendo tristeza constante, baja autoestima, cansancio, pérdida de interés, alteraciones del sueño y apetito, dificultad de concentración, pensamientos negativos, y episodios de enfado o impaciencia.
- El riesgo de desarrollar distimia aumenta por factores como tener antecedentes familiares de depresión, experimentar eventos estresantes o traumáticos, y tener rasgos de personalidad negativos.
- La prevención pasa por controlar el estrés y fomentar la autoestima y la interacción social.
- Al ser un trastorno psicógeno, el tratamiento debe ser abordado por profesionales especializados y generalmente combina psicoterapia con medicamentos.
¿Qué es la distimia?
La distimia es una forma de depresión, pero de larga duración, también conocida como trastorno depresivo persistente. Quienes padecen esta afección también pueden protagonizar episodios de depresión mayores en determinadas ocasiones.
Este trastorno afectivo crónico suele persistir al menos 2 años en adultos, y puede producirse también en adolescentes y niños durante un período menor, generalmente 1 año.
Es importante distinguir tempranamente la distimia de otros tipos de depresión para ofrecer al adulto mayor el tratamiento oportuno. Los síntomas que caracterizan esta afección deterioran progresivamente la calidad de vida de los individuos, por lo que una actuación rápida y precoz resulta fundamental.
Algunas investigaciones científicas explican que no se puede concebir la distimia como un simple trastorno depresivo leve. Se trata de un trastorno depresivo de tipo crónico que incluso puede persistir toda la vida, y puede tener importantes repercusiones en el estilo de vida, tanto del sujeto que la padece como de sus familiares.
Síntomas de la distimia en adultos
Los síntomas de la distimia son menos severos que la depresión en personas mayores, pero suelen ser más persistentes y prolongados en el tiempo, hasta pueden volverse crónicos.
La intensidad de estos síntomas puede cambiar con el tiempo y su evolución puede diferir según cada caso concreto. Entre los síntomas más frecuentes de la distimia encontramos:
- Melancolía y tristeza constante, sensación de vacío.
- Cansancio y baja actividad, a consecuencia de la pérdida de interés en las actividades cotidianas.
- Alimentación y sueño alterados.
- Afectación de la concentración y la memoria.
- Baja autoestima, autocrítica y poca interacción social.
- Pensamientos negativos.
- Enfado, impaciencia o síntomas de ira con facilidad.
- Desesperanza
Además, los profesionales sociosanitarios señalan que más del 75 % de los pacientes con distimia padecen algún otro trastorno o enfermedad crónica (dolencia física, drogadicción u otros desórdenes).
No obstante, ante la aparición de alguno de estos síntomas físicos y psicológicos, no hay que bajar la guardia ni infravalorar la situación, y buscar la ayuda de un profesional para el análisis y posible diagnóstico de este trastorno.
Factores que pueden incrementar su desarrollo
La distimia puede comenzar a edad temprana, en la madurez o incluso durante la tercera edad. Es conveniente tener en cuenta que existen una serie de factores que pueden incrementar el riesgo de desarrollar el trastorno depresivo persistente, entre los que podemos encontrar:
- Tener un pariente consanguíneo de primer grado, como padre o hermano, con trastorno depresivo mayor u otros trastornos depresivos.
- Si ocurren eventos estresantes o traumáticos en tu vida, como la muerte de un ser querido o problemas económicos importantes.
- Rasgos de personalidad que incluyen negatividad, como baja autoestima, ser demasiado dependiente o autocrítico, o pensar siempre que ocurrirá lo peor.
- Antecedentes de otros trastornos de salud mental, como trastorno de la personalidad.
¿Cómo podemos evitar la distimia en personas mayores?
Para prevenir el desarrollo del trastorno distímico en personas mayores, es importante tomar medidas proactivas que contrarresten los factores de riesgo asociados. A continuación, se detallan las estrategias clave:
- Identificación temprana de riesgos: Estar atento a la presencia de antecedentes familiares de depresión u otros trastornos afectivos.
- Gestión del estrés: Implementar técnicas y actividades que ayuden al adulto mayor a controlar el estrés y manejar el impacto de eventos traumáticos o estresantes.
- Fomento de la autoestima: Realizar actividades que incrementen la confianza, la autocrítica positiva y la sensación de valía en la persona.
- Mejora de la interacción social: Aumentar el tiempo de calidad con familiares y amigos para prevenir la sensación de soledad, que es un detonante habitual de los síntomas depresivos.
- Desarrollo de habilidades sociales: Potenciar la capacidad de comunicación e interacción para garantizar que el mayor se sienta conectado y parte de su entorno social.
¿Cómo tratar la distimia en ancianos?
El trastorno distímico es psicógeno, es decir, producido por factores psicológicos o emocionales. Por tanto, es importante que para tratarlo se acuda a un profesional especializado: comúnmente un psicólogo. También es aconsejable evitar el autodiagnóstico.
La distimia puede tratarse con psicoterapia y medicamentos, generalmente los mismos que se utilizan para la depresión. Al afectar al bienestar emocional de los pacientes, la terapia constituye una herramienta fundamental. Entre los diversos tipos que existe, se ha comprobado la eficacia en pacientes con distimia de las terapias cognitivas, conductuales, cognitivo-conductuales, interpersonales y de apoyo a las personas afectadas, independientemente de su edad.
Actividades de Amavir para combatir la distimia en adultos mayores
Desde las residencias de ancianos de Amavir, somos conscientes de que el reconocimiento y el tratamiento temprano son vitales para prevenir las consecuencias emocionales y físicas que trae consigo este tipo de trastorno depresivo.
De esta forma, en nuestros centros se realiza un seguimiento y control de la alimentación, del estado de ánimo de cada uno de nuestros residentes y de la actividad física que realizan. Así, la aparición de cualquier síntoma indicativo de esta enfermedad puede ser evaluado de manera temprana por el servicio médico y psicológico de cada centro.
Nuestros psicólogos, además, llevan a cabo diferentes terapias en las que se trabajan tanto la orientación como la memoria, así como la intervención sobre el estado emocional y el manejo de conductas que dificulten la convivencia. Así, en muchas de nuestras residencias contamos con una sala de reminiscencia o realizamos la prueba del reloj en personas con deterioro cognitivo.
También es importante remarcar que las terapias de apoyo brindan oportunidades de interacción social, consejo, consuelo, simpatía y educación sobre el trastorno. Llevar a cabo diferentes dinámicas de expresión de sentimientos, verbalización, escritura e incluso interpretación de posibles conflictos o situaciones complicadas con los demás puede ayudar a los adultos mayores a identificar posibles síntomas y ejercer las acciones necesarias para una recuperación adecuada.
En conclusión, en la tercera edad resulta fundamental identificar este tipo de trastorno depresivo y actuar de inmediato. Aunque aún es común encontrar muchos tabúes sobre salud mental, es aconsejable buscar atención psicológica y psiquiátrica para evaluar cada caso particular y determinar las acciones oportunas. Los especialistas destacan la importancia de no interrumpir el tratamiento y observar continuamente la evolución de la rutina diaria y de esta afección.