Estos campamentos, que juntan a abuelos y niños de entre 6 y 12 años durante una semana en las propias residencias, se llevan celebrando más de diez años en nuestros centros de Navarra y este verano se han implantado también en Amavir Coslada (Madrid) y Amavir Teià (Barcelona)
Coincidiendo con la celebración del Día de los Abuelos, el periódico ABC ha dedicado una doble página en su edición nacional a una amplia información sobre los campamentos intergeneracionales de verano que se desarrollan en las residencias de mayores de Amavir, una experiencia pionera a nivel nacional que lleva celebrándose en nuestros centros desde hace más de diez años. Tradicionalmente se han celebrado en las residencias Amavir de Navarra, pero este verano se han sumado también los centros Amavir Teià (Barcelona) y Amavir Coslada (Madrid). Precisamente a esta última residencia se trasladó la periodista de ABC, Carlota Fominaya, que pasó un día acompañando a residentes, niños y trabajadores. Por su interés, reproducimos a continuación el texto de la noticia:.
«Pese a su diagnóstico de artrosis, Carmen (88 años) coge con sus manos las distintas lanas de colores para enhebrar en los cartuchos de café usado y ayuda a Asier, de 4, a terminar su «atrapa sueños», mientras este trepa al andador de la anciana y lo utiliza de silla. La escena tiene lugar en el último taller de la mañana del campamento intergeneracional que todos los veranos organiza la residencia de mayores Amavir Coslada (Madrid), en el que conviven menores desde los 6 hasta los 12 años y los residentes que así lo deseen. Juntos disfrutan de diferentes actividades educativas y de ocio distribuidas a lo largo de la mañana, como desayunos y comidas, manualidades, gimnasia, gymkanas, bingos, y hasta excursiones… Los niños llegan para iniciar su jornada a primera hora del día, y permanecen en el centro hasta última hora de la tarde. Los residentes les esperan con una mezcla de ilusión y expectación y se asoman cada poco a la sala habilitada para preguntar si han llegado ya los chavales.
La teoría intergeneracional
Los beneficios son mutuos, asegura la psicóloga del centro, Isabel Gómez de Salazar. «Está demostrado que las personas mayores implicadas en actividades intergeneracionales se sienten más felices que otros de su misma edad. Además, compartir con los más pequeños ciertas horas al día incrementa su actividad física, cognitiva y social. La interacción es real. Florece su memoria, aparece la concentración, la atención… y hasta dejan de tener dolor. Es increíble. Es el caso concreto de Carmen, que pese a esa limitación tan importante que tiene en las manos, que le hace necesitar un mango engrosado para los ejercicios de motricidad fina, se olvida de todo para ayudar al pequeño Asier en el taller de la mañana. Así que, que duda cabe. Los pequeños les hacen sentirse útiles. «Nosotros como profesionales que estamos acostumbrados a trabajar con ellos vemos cómo hay una distancia profesional que no tienen con los niños. Y todo esto promueve sin lugar a dudas un envejecimiento activo y saludable», concluye esta psicóloga.
Para los menores que participan en la actividad –principalmente hijos de trabajadores y nietos o familiares de residentes, aunque está abierto a todo el que quiera–, «no hay duda de que estas actividades son también una lección de vida para los pequeños, de la que aprenden las experiencias e historias de juventud de sus mayores». De hecho a los niños este tipo de encuentros, relata esta experta, «les hace pensar, fijarse y, en definitiva, crecer».
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